mauroliver gestión integral y comunicación de proyectos de bien público en la escala necesaria

Anteproyecto de Comunicación para el crecimiento de Chajarí

Casi exactamente 21 años después, gracias a la gentileza y al archivo implacable de Rubén Dal Molín, hoy vuelvo a encontrarme en uno de los proyectos más innovadores —en su momento— en los que trabajé como responsable.

En aquella oportunidad compartimos el entusiasmo junto a Luis Raimundi, compañero diseñador del Estudio Formas de La Plata, con quien nos animamos a imaginar un deseo para ejercitar ciudadanía desde nuestro enfoque, la comunicación.

Fuimos convocados por referentes de instituciones intermedias, empresarios y funcionarios municipales de la ciudad de Chajarí, quienes tuvieron la visión y decisión necesarias para darle forma a este anteproyecto, que fue presentado abierto a todo público.

Daniel Tisocco, Rubén Dal Molín, Jorge Machado, Romeo «Rulo» Confalonieri y otros nombres que no recuerdo —tal vez aquí la memoriajena sea de ayuda para reconstruir un pasado en presente promisorio— fueron algunos de quienes acompañaron la energía de aquel impulso.

Uno de los frutos directos, tal vez el único aún hoy visible al menos para mí, fue la germinación de las Jornadas de Comunicación y Cultura del IMA, cuya primera edición fue en 1996, dos años después de que José Daniel «Chuni» Bonelli participara de nuestra presentación siendo el director del Instituto María Auxiliadora, junto a la primera promoción de alumnos.

Para mostrar con hechos la viabilidad de la propuesta, desarrollamos una marca gráfica y un sistema básico de comunicación institucional que se implementó para difundir el evento y sentar unas incipientes bases estratégicas.

En esa época yo trabajaba en el Centro de Arte Electrónico de CableVisión, lo que me permitió preparar unas animaciones 2D para difundir por televisión —no existía internet aún—, las que tal vez estén durmiendo el sueño de los justos en algún VHS polvoriento.

Recuerdo que hicimos también un folleto turístico institucional del que no tengo registro, algunas de las fotos eran del Napo Sírtori. Afortunadamente he ido encontrando hasta hoy huellas casimperceptibles de aquella gráfica aplicada en el paisaje urbano, como las imágenes lo acreditan.

Al ir hilvanando esta memoria episódica me voy animando a imaginar una sugerencia profesional —tal vez un poco autobombo—para el próximo gobierno de Chajarí, cualesquiera sean las banderas: pienso que sería interesante retomar y consolidar para la comunidad, a largo plazo, aquella marca gráfica y sistema de comunicación que aún hoy, con 20 años de maduración, continúan irradiando pertenencia.

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